Escuchame, mamu

Ya todos sabemos que las publicidades de detergentes mienten descaradamente: eso de ponerle una gotita y después pasar la esponja como si nada tiene más de ciencia ficción que Star Wars. La cantidad de detergente no importa. Tampoco la temperatura del agua (sí, sabelo: te estuviste quemando las manos todo este tiempo al pedo).
La clave está en el balance: una cantidad normal de detergente en la espoja y un chorrito de agua que tranquilamente puede ser fría. Pasa que lo importante no es como esté el agua, sino que simplemente esté. Te lo digo en científico: el agua es el catalizador de la reacción; es el que permite que la molécula de jabón de una a la molécula de grasa y la elimine. O en cristiano: el agua sería Roberto Galán y tu cacerola (no, no esa cacerola, la que usaste para cocinar) sería Yo me quiero casar. ¿Se entendió?
Y después, fregar. Sí querida, el trabajo de fregar lo tenés que hacer, ¿qué pensabas? tenés microondas, tenés delivery, tenés lavarropas y hasta tenés secarropas. Lo mínimo que podés hacer es fregar los platos. Dale, hasta Roberto Galán tenía que remarsela a los invitados hasta que una pareja se formaba.

Un último dato: como integrante de una familia en donde cada utensillo es multiplicado por 7, te digo que el detergente de Cif le rompe violentamente el culo a todos los demás.

Fue un mensaje de Jueves, para mejorar tu calidad de vida.