Todo bien con lo ex adictos que venden cosas dulces; yo les compro porque cocinan rico y me ahorran el viaje a la panadería. Pero ¿hay necesidad de hacerlos vender pepas? ¿Quién fue el hijo de puta que creyó que era una buena idea?
no, no... No mal interprete... Mi tristeza esta intacta, inamovible... No quita que haga chistes... Genero alegria en los otros, no en mi... Es solo un problema de semantica...
Más allá de la coincidencia metafórica entre las galletas y las drogas. En general me parece un horror que los manden a vender pepas al tren.
¿Los que dirigen esas instituciones de rehabilitación no pueden armar algún convenio para que lo que hacen los ex-adictos pueda venderse de otra forma? (En las dependencias municipales correspondientes, con un kiosquito por ejemplo, en colegios, en compañías...)
¿Los mandan vender al tren para que les quede claro que ahora que son ex-drogadictos no tienen neuronas para hacer otra cosa? ¿O para que les quede claro que su castigo moral y social es comenzar una carrera de vendedor ambulante y con eso se tienen que arreglar?
¿¡Linda manera de hacerlos aferrarse a la vida no!?
Cada vez que los veo, desde mi total ignorancia al respecto de cómo deben tratarse casos así, me pregunto también si además no podrán hacer algo que los acerque más a su realización personal. No sé, que al que le guste tejer o coser, cosa y teja, que otro haga malabares (¡hasta el que hace malabares en los semáforos está mejor que el que vende pepas en el tren!); que al que le guste leer o escribir, lea, escriba. Yo que se. Me parece que hay muchas cosas más constructivas que salir a vender pepas al tren (¡y encima pepas!).
J. J. Bustos: si le creo, son una de las mejores pepas que comí en mi vida.
Pulpo: el otro día mi vieja les compró una especie de churrinches lisos junto con unas donas de forma más bien ovalada. Parecían juguetes sexuales comestibles...
Vicente: nosotros les compramos a unos que venden por el barrio, porque son de un centro de rehabilitación del barrio. Esos entienden más de marketing: los días de semana venden pan casero pero los fines de semana a la tarde se caen con las cosas dulces. En cuanto a lo otro, sí, cada vez que los veo vendiendo en los transportes me pregunto por qué siempre se dedican a la panadería. Probablemente haya lugares en donde los hagan hacer otras cosas; pero la verdad es que no sabría decirle.
11 comentarios:
Es Sadismo a niveles astronómicos.
"Juancito... hace tres meses que no consumís, agarrá esa canasta y andá a Constitución a vender Pepas..."
Y no sé si viste, pero el paquete pesa siempre un cuarto.
En todos lados el paquete de pepas pesa un cuartito. Hay algo raro en todo esto...
y los quieren rehabilitar... Que barbarooo!!! Lo unico que falta es que agranden el rubro y los pongan a vender ravioles...
jajajajajajajajajajajjajajajajaja, no se me había ocurrido
soooyyy un chiste vivienteee...
la semana pasada no eras la tristeza?
estás un poquito bipolar o me parece a mi?
no, no... No mal interprete... Mi tristeza esta intacta, inamovible...
No quita que haga chistes... Genero alegria en los otros, no en mi...
Es solo un problema de semantica...
Trissstezaaaa!!!!
Usted no me va a creer pero le digo por experiencia propia que las pepas que venden los ex adictos están buenísimas.
La belleza de la ironia, igual les falta vender churros
Más allá de la coincidencia metafórica entre las galletas y las drogas. En general me parece un horror que los manden a vender pepas al tren.
¿Los que dirigen esas instituciones de rehabilitación no pueden armar algún convenio para que lo que hacen los ex-adictos pueda venderse de otra forma? (En las dependencias municipales correspondientes, con un kiosquito por ejemplo, en colegios, en compañías...)
¿Los mandan vender al tren para que les quede claro que ahora que son ex-drogadictos no tienen neuronas para hacer otra cosa? ¿O para que les quede claro que su castigo moral y social es comenzar una carrera de vendedor ambulante y con eso se tienen que arreglar?
¿¡Linda manera de hacerlos aferrarse a la vida no!?
Cada vez que los veo, desde mi total ignorancia al respecto de cómo deben tratarse casos así, me pregunto también si además no podrán hacer algo que los acerque más a su realización personal. No sé, que al que le guste tejer o coser, cosa y teja, que otro haga malabares (¡hasta el que hace malabares en los semáforos está mejor que el que vende pepas en el tren!); que al que le guste leer o escribir, lea, escriba. Yo que se. Me parece que hay muchas cosas más constructivas que salir a vender pepas al tren (¡y encima pepas!).
J. J. Bustos: si le creo, son una de las mejores pepas que comí en mi vida.
Pulpo: el otro día mi vieja les compró una especie de churrinches lisos junto con unas donas de forma más bien ovalada. Parecían juguetes sexuales comestibles...
Vicente: nosotros les compramos a unos que venden por el barrio, porque son de un centro de rehabilitación del barrio. Esos entienden más de marketing: los días de semana venden pan casero pero los fines de semana a la tarde se caen con las cosas dulces.
En cuanto a lo otro, sí, cada vez que los veo vendiendo en los transportes me pregunto por qué siempre se dedican a la panadería. Probablemente haya lugares en donde los hagan hacer otras cosas; pero la verdad es que no sabría decirle.
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